BRRR
Martin miraba la tarde a través de los vidrios del café de la esquina. El pocillo humeando entre sus manos, al que no le prestaba atención. Divagaba. Como tantas veces en los últimos años, sentado allí, casi inmóvil, sin nada que esperar, sin nada que recordar.
Ningún desengaño. Ningún dolor, Ninguna pérdida. Ningún amor. Nada. Con treinta y pico de años, su existencia era una recta en que los días eran igual a los días, las noches igual a las noches, sin cambios, sin... Continuar leyendo