ARZADUMVILLE 2
Nada extraño había sucedido en la ciudad desde la venta de la carnicería. Pedro y Pablo, a fuerza de constancia, esfuerzo y vaselina, habían echo efectivo un porcentaje de sus créditos. El resto quedo esparcido por varios lechos.
La ciudad mejoraba día a día, gracias a las directivas del intendente el vasco Arceluz, que tenía una buena administración, y que era dentista de profesión y no abogado, por lo que los negociados eran mínimos.
El sacerdote, padre Echenagucía, prodigaba su bondad entre los fieles durante toda la jornada y a su compañera en la oscuridad. Era muy querido entre los feligreses. Además se interesó por ciertos aspectos de la Iglesia, y escribió algunos artículos y libros, que tuvieron cierta difusión y que lo hicieron conocer en otros ámbitos
Daba misa como es habitual todos los domingos, y a su confesionario acudían mucha gente del pueblo, para contar sus deslices, y otras malas y regulares acciones.
A propósito de ello, como ciudad chica, se conocían unos a otros bastante mas que en una ciudad grande. Y al respecto, el sacerdote observo que, por ejemplo, la esposa de la semillera no le era muy fiel al marido que digamos, y lo mismo ocurría con la señora del ferretero, del carpintero y de otros habitantes. Sin embargo, esos deslices, no eran llevados al confesionario, por lo cual el sacerdote concluyó que la confesión no tenía valor a los ojos de Dios, y por lo tanto era inútil.
Se devanó el cerebro pensando en el porqué de esas conductas. Descarto priori que se tuviera miedo que el divulgara esas cuestiones, porque sabía que toda la feligresía creía totalmente en él, y que era un hombre probo.
Así las cosas, una mañana se despertó con una idea del porque. Quizás durante el sueño lo habría inspirado Dios. Pero llegó a la conclusión, que se omitía las infidelidades, por un rechazo de las mujeres confesadas, a decir abiertamente el pecado.
Dando vuelta eso en su cabeza, cuando vino a confesarse una de las infieles a su deberes matrimoniales, luego de preguntarle si tenía algo mas que confesar, escucho una respuesta negativa. Entonces dijo:
Mira hija, yo se que esto te es difícil, pero si eres infiel a tu marido, y no lo confiesas, lo que dices no sera agradable a los ojos de Dios, y no te perdonara los otros pecados. Pero si lo que te pasa es que tienes vergüenza de decirlo, puedes hacerlo de otra manera: por ejemplo, padre, me caí en el pozo municipal. Yo entenderé, te absolveré, y estoy seguro que Dios también lo hará.
Bueno padre, entonces tengo que confesar que me caí en el pozo municipal muchas veces.
Ve, hija, y ten por seguro que le Altísimo te perdonará. pero tienes que tener en cuenta el propósito de enmienda.
Si padre, trataré.
Hazme otro favor, hija mia, dile a tus amigas esto que hemos hablado que yo por mi parte haré lo mismo, y así mejoraremos las relaciones con el Sumo Hacedor.
Al cabo de dos semanas, el procedimiento ya era conocido por todas las mujeres que acudían al templo, y el "padre, me caí en el pozo municipal" era bastante habitual en las confesiones.
Por ese tiempo vinieron las elecciones. Elecciones es un decir, porque dado el gran predicamento que tenía el intendente, el ganador estaba cantado.
Y sucedió también algo fuera de lo habitual. Hemos dicho que el párroco había escrito libros y artículos, que fueron muy bien vistos por el nivel superior, y decidieron que Dunckler ya era una ciudad chica para él, y lo designaron para que en un mes ocupara un cargo superior en la Arquidiócesis central.
Y designarían un reemplazante joven para ocupar su lugar, con antecedentes como para hacerlo.
Con el mayor sigilo, la mujer del sacerdote abandonó de noche la ciudad, dejando arreglado donde se encontrarían cuando pasara todo.
Todo fue casi a la vez. El intendente fue plebiscitado con un 65% de los votos, y casi al mismo tiempo el párroco se iría a su nuevo destino, y el reemplazante vendría unas horas antes para darse a conocer.
Todo estaba perfectamente calculado, menos el tren. Hemos dicho en la anterior que en Arzadumville había ferrocarril, pero allí había una sola vía de ida y vuelta. Calculando horarios, se daba paso al tren en uno u otro sentido, y si había esperas, se desviaba a uno a vías auxiliares, en las que uno de los trenes aguardaba el paso del otro.
Algo falló. El tren en que venía el sustituto tuvo un inconveniente, y avisaron que tendría un considerable retraso.
Al sacerdote saliente, lo fueron a despedir el intendente, el jefe de correos, el jefe de la comisaria, y una muy considerable cantidad de personas del pueblo.
El cura estaba contrariado por no haber podido conocer a su sustituto y en un primer momento pensó que dadas las características del puesto, éste no tendría mayor problema. En un primer momento. Y un momento después, se golpeó la cabeza con la palma de la mano, diciendo en voz baja " El pozo municipal" !!!!!
En una fracción pensó en varias soluciones, casi todas imposibles: dejar una carta; posponer el viaje; hablarle después a su sustituto. Y las fue descartando. Le quedo una sola: decir a alguien que mereciera confianza el problema para que se lo trasmita a su sucesor. Y su elección recayó en el intendente. Lo llevo aparte, le contó el caso, el intendente se sonrió y prometió que trasmitiría al sucesor en cuanto viniera.
El sacerdote partió. cada cual se fue a su casa y las diez horas cayo el sustituto. Tomo un taxi y se fue a la Iglesia y se instaló.
El intendente todavía estaba con la euforia de las elecciones, y como no lo vio, se olvidó del asunto.
Vino el domingo y empezaron las confesiones. Las feligresas, convencidas que la consigna se había trasmitido de alguna manera al nuevo sacerdote, venían, confesaban, y luego, el: -padre, me caí en el pozo municipal.
El sustituto se extrañaba, pero callaba. Les daba la penitencia y el perdón, y seguía con la siguiente
-Padre me caí en el pozo municipal!! padre, me caí en el pozo municipal!! una y otra vez.
Así paso una semana. Hasta que el sustituto no aguanto mas, era un jueves. Me voy a ver al intendente!! le dijo furioso al sacristán. Y allí fue.
-Que gusto de verlo padre. Disculpe no fui a saludarlo, pero tuve elecciones y lo fui dilatando. Que lo trae por aquí.??
El intendente estaba relajado, contento por su triunfo, con un vaso de whisky en la mano derecha, y un pie sobre el escritorio
-Que me trae? verlo a Vd, que es un incompetente!!!
-Perdone padre, creo que Vd. esta mal informado. Antes que Vd viniera, gane las elecciones por un 65% de los votos. Señal que el pueblo aprueba mi gestión y dista de creer que soy incompetente.
-No entiendo a este pueblo. Lo vota el 65% y un montón de mujeres se me quejan que se cayeron en el pozo municipal?? porque no lo arregla de una vez??
-El intendente recordó la confidencia del antecesor, se maldijo por haber olvidado, y después, no pudo aguantar y se puso a reír como loco.
-Y Vd. se ríe. No tanta risa, que su mujer en esta semana se cayo como 10 veces. Que espera para arreglar ese pozo??
