Enero 19, 2009
Relato CON final abierto .
Corría el año 1951. Juan había aprobado rotundamente el primero y segundo año comercial en la mas reputada escuela superior de comercio de aquella época, a la que acudía en turno tarde.
Pero ya se estaba haciendo grande para ser mantenido por completo en sus estudios, y decidió buscar trabajo. Encontró un puesto de cadete de contaduría en una empresa acopiadora de tabaco, y así rutina fue levantarse a las 7.00 entrar a trabajar a las 8.00 (con colectivo y subterráneo no era lejos, volver a almorzar (cuando sus tareas no eran hacer bancos) y al trabajo otra vez.
Salía a las 18.00 y de allí al colegio. medio cansado pero se
hace una cosa o no se hace. Estudiaba principalmente mientras viajaba en el subterráneo, siempre encontraba un asiento, y, a la noche, cuando podía, después de la cena que le dejaban preparada. Que tiempos.
Aprobó sin mayores contratiempos los dos primeros bimestres, como una rutina. Un día de octubre, 1951, algo cambió esa rutina, y la vida.
Como siempre buscó un asiento para estudiar, lo consiguió, y al poquisimo tiempo una chica como él, se sentó al lado. No se como, pero empezaron a conversar. Y se despidieron sin mas, y Juan siguió su rutina. Bueno es un decir, porque se había agregado algo a la rutina. Buscar a la chica, morocha, de ojos aindiados y con un cabello renegrido, negro azabache, y largo, que aquella vez se había sentado al lado.
No lo consiguió hasta un tiempo después. Ya con las conversaciones, ella dijo que estado buscando trabajo, por eso no era regular su venida.
Y palabra va, palabra viene, vino la primera cita. Caminaron por cualquier lado, tomaron un café en cualquier lado, Juan escuchando su voz y mirando esos ojos y esos cabellos. Perdido.
Anduvieron toda la tarde, y el la acompañó cerca de su casa. Se pararon en una pared con ligustros, que en ese tiempo era normal, porque las calles eran en general oscuras. Y pasó. Juan casi no había salido de la niñez, e iba a despedirla y ver como se reencontraban, y ella lo miró, se acerco, y planto sus labios en los de él. Y el abrazo consecuente hizo dar vuelta la cabeza a las sensaciones de Juan. Beso que aún recuerda.
Ella era muy humilde, e hija de una pareja boliviana que la cuidaba a muerte. Entonces los encuentros tenían que ser furtivos, y en ellos, sus labios se besaban, sus cuerpos se apretaban, todo el tiempo que se podía. En esta época quizás se hubiera ido mas allá, pero no. Alguna vez se sentaron en una plaza en un banco, en un beso tumultuoso, y ella le pasaba ardientemente la mano por la espalda. Y sus uñas rasgaban violentamente el saco de Juan. Y durante toda la vida, aun hoy, esa sensación, cuando piensa en ella, lo persigue.
Así pasaron tres años, entrevistas esporádicas, fuego en las despedidas, visitas en el umbral de la casa de al lado, besándose sin clemencia.
Juan estaba con deseos de formalizar las salidas, porque no encontraba razón, para actuar como fugitivos. Pero ella le tenía miedo a los padres, y nunca aceptó.Inclusive una vez lo amenazó con matarse si Juan tomaba la iniciativa.
Que pasó entonces, no sé. Quizás Juan no supo manejar las cosas, era un niño, y ella no supo manejar su miedo. Y un día, ninguno se acuerda porque, ni cuando, se distanciaron.
Cada cual hizo su vida, mal o bien. Pero, por lo de mas adelante, ese fuego no se pudo apagar nunca.
Y cada dos de julio, fecha del cumpleaños de ella, a él le volvían a sentir las uñas en su saco.
Y pasaron 57 años. Después de dos intentos fallidos, y algún desengaño que casi lo lleva a la tumba, Juan se quedó solo en un depto modesto, ocupándose de su profesión, y un poco huyendo, porque aquel fuego no se había apagado, y en los intentos que tuvo después, llegó inevitablemente el aburrimiento y la ruptura.
Un día su computadora se descompuso, y el técnico tuvo la amabilidad de darle un CD telefónico. Ya muchas veces había pensado en lo mismo, pero el temor de crear un conflicto en ella, (no otra cosa) lo había pospuesto. Pero esta vez no, vio el nombre, la dirección y el teléfono, y llamó.
Después de un mes, se vieron otra vez. Juan no tiene compromisos, y ella tiene una pareja a la que detesta, pero a la que tiene miedo (otra vez miedo) porque a esa pareja en un desliz dejo entrever que había mandado asesinar a su primera esposa. No lo tiene confirmado. pero........
Las peleas son abundantes, el dice que se va, pero no. Dos años así. Casi. Juan y ella y Juan. Sin resolver nada, ni dejar de resolverlo. Por lo que dicen las pocas veces que se encuentra o hablan por teléfono, aquello nunca terminó, y se acuerdan cada vez mas aquellos momentos.
Tienen casi siglo y medio entre los dos. Y se pasan esperando que algo fortuito resuelva el problema. Y sienten que los pocos o muchos días que le quedan, no podrán tener la felicidad de siquiera compartir el tomar unos mates o un paseo por la plaza.
Juan esta con todo, aliviado. Ya una vez se le fueron las ganas de vivir, y se murió 26 minutos. No hace falta una bala para irse cuando uno nota que está de mas. El propio director del sanatorio se lo dijo.
Pero la esperanza (no se de que , pero esperanza al fin) de que todo se resuelva, todavía pone una luz en el horizonte de su vida. Gracias a ella. Y Juan cree que ella piensa lo mismo. Que pasará. No se si en el universo habrá alguien que tenga una respuesta que sea aceptada por Juan y ella. Las respuestas lógicas no sirven. Ellos quieren estar juntos y libres aunque no fuera mas de un día. Y todo razonamiento se estrella con eso.
